AROMAS
Y llegabas, y la casa un vergel,  
un niño el sol, y todo inundabas de lavanda.
Y te adueñabas de los pasos,
de mi fascinación, de mí, y abordabas mis huesos
en un susurro  al parecer celeste.
Y reías, como ríen los pájaros,  quizás las amadas,
y la ventana  era breve para el pase de asombros.

Reías con tus ojos  de albaca y menta,
reías perfumando, reías en  las sombras cuando
en el techo se estiraba el encanto.

Y lloraste, cuando mi rostro fue un rayo inaceptable,
y marchó  lejos el estupor de injusticia.

No hay comentarios: