LA VI
Es mujer, de blanca tez, de impronto rubor a palabras flamantes,
quizás perpleja con su nuevo tiempo, acaso así por volar desde una pluma.
La vi, y desde entonces habito estremecido un río, su escollera,
en el centro de mí, bailando quimérico en espumas. Solo sé que la vi.
Soy cautivo de un verde irresistible, de dos pétalos por labios audaces,
de yemas secándome la piel. La vi, disparado a mirarme en las olas,
mis espejos, y estaba el rostro de un hombre renovando misterios.
Ahora el sol. Ahora la luna y las estrellas. Ahora minutos de extrañar.
Y la vi, en el cuerpo de un beso estallado, justamente llegando mi ceguera.
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