FUMAR ES…
Algo lo despertó. Seguramente, un rayo. Recordó no haber apagado el televisor, y sin embargo la oscuridad era total. Le había costado dormir, por un insomnio insólito, inoportuno, innecesario. Había tratado de escribir algo, pero nada surgió. La lluvia, se hacía notar especialmente en la única ventana del dormitorio. Los truenos movían todo, y el viento transformaba en lobos aullando a los cables exteriores. Bajaría a buscar la luz de emergencia y tratar de leer, atrapado como estaba por Cortázar y su cuento “El Autopista Sur”. Pero se descubrió perezoso. Trataba de volver al sueño, cuando recordó que solo le quedaba un cigarrillo, atesorado en su cajita, conservado para ser disfrutado con los primeros mates de la mañana. Alguna vez, en un trabajo menor, había escrito ser prisionero del Satán del Tabacal. Y fue un acierto, no literario, de la vida, hasta ritual. El cuestionamiento acerca de los daños que provoca el tabaco, fue archivado tiempo atrás. Rendido, se declaró fumador de por vida. A las recomendaciones, siempre respondió que fumar, era ya estar enfermo. Si, ha pensado en la probable extensión de su vida, en que hay seres que lo quieren vivo, lo necesitan. Y ahora ella.
Cuando la tormenta más arreciaba, sonó su teléfono. Su hijo menor vendría a dormir, ya que su auto fallaba y no llegaría a casa de su madre. Esteban dormiría a su lado, en la cama ancha y se alegró. Le placía dormir junto a un hijo, mirarlo, escuchar su respirar, imaginarlo niño, imaginarse joven, imaginarle sueños. Sentía especial debilidad por ver a gente amada, dormir, se conmovía. Seguramente, Esteban traería cigarrillos, además. Y el placer sería completo. A esa altura, lo suyo era abstinencia nicotínica. Ahora si, bajaría por la luz de emergencia. Cuando la estaba instalando, llegó Esteban, empapado, más serio que de costumbre. Se quitó la ropa, y solo en calzoncillos subió al dormitorio a saludarlo.
-Date una ducha caliente, hijo-dijo- pero dame un minuto que voy al baño.
Cuando salió, Esteban bajaba las escaleras fumando, tiritando.
-Menos mal que trajiste cigarrillos-dijo al hijo sonriendo.
-No, no traje, papá. Estoy fumando el que estaba en tu mesita de luz 

4 comentarios:

Eric_sbn dijo...

Iba por cigarrillos a la bodega, pero al leer estas primeras lineas me kede enganchado por la historia...
Te felicito, aunque estoy seguro que no necesitas felicitaciones.. eres genial para narrar historias..
Estaba en duda si comprar cigarros ahora.. jajajajaja

Felicitaciones.. Tano
saludos

me voy a la bodega ahora...

Anónimo dijo...

Todo por los hijos... Y los hijos lo saben. Se lo permiten. Se lo permitimos. Se lo damos. Muy hermoso final... Juntos en la "enfermedad". Besos. Casandra- Via

* Inés * dijo...

Me ha impresionado el escrito.
Me ha gustado y convencido el final, no previsible y la frase final.
Me quedo con las ganas de la respuesta al papá, con el cigarrillo en la mano de Esteban.
¿Le pasó el cigarrillo?,
¿ suspiró y dijo: así no fumo yo, me conviene?.
LLovía mucho, aguantó sin fumar y sacudiría la cabeza y cambió su adicción por una generosidad paterna, seguro.
Besos.

sol soneira dijo...

fumar es....bien del negro!!!!! y encima no te convida