DE CUERPO ENTERO (a mi bolita=canica)

No hubo pibe en el barrio que no temiera a mi bolita puntera. Blanca, de esfericidad perfecta, infalible a la hora de “quemar”. La había mellado convenientemente contra paredes y cordones. Los pibes la habían bautizado la cachuza, reían de ella, pero a la hora de jugar temblaban.

Antes, la niñez se dividía en tiempos: Tiempo del trompo, del balero, de las figuritas, del yo-yó, de los barriletes. A mí, el que más me gustaba era el de las bolitas. Sabido era, que cuando alguno se acercaba con la mano en el bolsillo, haciendo sonar bolitas, equivalía a desafío. Ahí nomás volaba el clásico “bolita cola”. El que lo decía primero jugaba último, lo que era una pequeña ventaja.

Como guapos dispuestos, comenzaba la batalla, y ahí reinaba mi cachuza: Quema y a cobrar... a cara e´ perro................................

Aquella tarde de julio, hasta mi más amigo-amigo suspiró aliviado, pensando en su futuro. Néstor, el difunto y querido Néstor, Ernesto, Aldo y yo, estábamos jugando un partidito aburrido, a la espera de auténticos enemigos. Nada hacía presagiar la tragedia. Que Dios me perdone, pero la puntera de Néstor no tenía belleza ni méritos. Ni siquiera antigüedad. Así, la habíamos bautizado la berreta.

Por relajada, por distraída quizás, la cachuza se estacionó a treinta y cinco… cuarenta centímetros de la de Néstor, de quien era el turno de jugar. Levantó su bolita, hizo la cuarta sin garfia y tomó puntería. Inseguro, tardó en disparar. De pronto desde aquellos dedos flacos partió un meteoro azul, dibujando una estela fina en el aire. El choque fue brutal. Más que de vidrios, pareció de metales. Como resultado, la cachuza voló partida al medio, muerta.

Al verla, me paralicé. A mi alrededor se hizo un silencio de asombro. Tardé en reaccionar: miraba una y otra mitad sin comprender. Néstor, me miró despavorido, con ganas de huir, seguramente. Tuve la intención de apoyarle mi mano izquierda en el hombro, y con la derecha bajarle algunos dientes.

-Flaco, la tenías cerca. ¿Cómo la vas a quemar así?-dije conteniéndome.

-A lo mejor estaba sentida la cachuza. ¿Cuántos años hace que la tenés?-dijo Ernesto, instalándose entre Néstor y yo.

-Que carajo me importa, tarado- dije agresivo a Ernesto, que era amigo-amigo, en realidad.

Con los ojos inundados junté las partes, las uní, quizás con la loca idea de pegarlas. Como alma en pena, miré a Néstor y le dije tibiamente:

-Rompe garpa, flaco.

-No lo escuchaste -dijo Aldo- pero el ya cantó rompe no garpa.

No tenía importancia. Descolgué mi rompevientos de una rama y enfilé hacia casa. Tomé algunas referencias y de cuerpo entero le di sepultura muy profunda, justo en el medio de mi calle de tierra. Allí descansa la cachuza infalible que me dio cierta fama.

El mes pasado, después de cuarenta años pasé por allí. Apenas pude reconocer la casa en que me crié y al barrio mismo. La calle Posadas luce un asfalto ya cuarteado.

3 comentarios:

Ruth dijo...

tano con que maestria narras una verdadera Tragedia!! para un niño es eso la mas trágica de las experiencias, hay dolor profundo, ira contenida, frustración...todo junto...un duelo, eso fue un duelo.
Que seguramente te fortaleció... los dolores nos crecen, vaya que sí!

Gracias amigo querido por tu relato, es emocionante.
Un gran beso Tano.

cati dijo...

Como me conmueven y emocionan tus relatos, Tano amigo mio.
Eres excepcional,explicando tus historias. Tan reales,que poco falta, para respirar el mismo aire, que aquéllos muchachitos.
Los cuales vivieron, un verdadero drama.
Gracias por contarlo
Un placer leerte.

Enhorabuena....................
POR EL BLOG TAN BONITOO, QUE HAS PUESTO, "ES PRECIOSO"

Anónimo dijo...

Tano
Qué maravillosa historia, qué hermosos momentos nos traes a la memoria.
Beso
Sorprendida