EL TRAJECITO




Sonó el timbre en la antigua y cuidada casa. Por la mirilla don José observó el rostro del hombre. Hizo un esfuerzo de memoria: no le resultaba desconocido. Divisó surcos descendentes en las mejillas, y un mentón recio. No abrió. Pariente no, seguro… quedan pocos y los tiene presentes. ¿Un ex vecino tal vez, o compañero de trabajo? Dudó. El visitante inmóvil, no insistió.

El ojo derecho del anciano, clavado en el hombre, comenzó a arderle. Retirándose de la puerta lo restregó con su pañuelo un instante, ansioso de volver a la mirilla. Al hacerlo se sobresaltó: un dedo índice se agigantaba buscando el timbre. Oyó el sonido insistente, -a diferencia del anterior que había sido un toque corto-. Contuvo la respiración. Observó la barba del extraño, de dos o más días, y vio en ella reflejos plateados.

¿Un vendedor ambulante, tal vez? Se concentró en la vestimenta y descubrió la prolijidad de la camisa y el pantalón. Allí se enteró que el hombre no estaba solo: junto a él, un niño de siete u ocho años sostenía firme la vista en la mirilla. Vestía un trajecito azul de marinero, cuyo pantalón le tapaba apenas las rodillas. Don José dio un respingo: también le resultaba familiar el niño. Tuvo intención de correr al fondo a buscar a Juana; tal vez ella le ayudara a identificar al dúo.

Nuevamente el pañuelo. Había llegado al fondo de los recuerdos... y nada. Del pibe le llamó la atención el corte de pelo a la americana, -que dejaba ver un par de orejas de medianas a grandes- con jopo duro. De la cara del niño, fresca y semipálida no salía un gesto.

Atento vio en el hombre un conocido mohín de incomprensión. Retomó la teoría del parentesco. Su frente se humedeció con sudor frío. Por fin decidió ir a buscar a Juana al fondo, que estaría recogiendo semillas avanzado el otoño. Al pasar por la cocina, la vio ensimismada pegando botones. ¿No habría escuchado el timbre dos veces? ¿O recién llegaría del fondo?

-¿Sacaste las semillas, Juana? –sondeó.

-No, todavía no. Después de coser el saco... ¿por qué?-contestó la mujer sin sacar la vista de la costura.

El anciano hizo una pausa antes de retomar el interrogatorio.

-¿No escuchaste el timbre de la calle?

-¿El timbre? No, para nada, viejo.

“¿Estará quedándose sorda, la vieja?”

-¿Segura que no escuchaste?

-¡Má, José... ! ¡Dejate de jorobar! ¿Querés?

El timbre volvió a sonar, ahora más largamente. Casi corriendo don José cruzó el comedor. Sorprendería a aquella gente destrabando y abriendo en un solo movimiento.la puerta. Alcanzó a escuchar a su mujer:

-¡Eh, José! ¿Te volviste loco?

Sin apreciar la humedad de su mano giró el picaporte. Frente a la puerta... nadie, ni frente a las ventanas pegadas a la vereda, ni en la cuadra. Perplejo miró a Juana que lo había seguido sin entender.

-Viejo... ¿Qué te pasa?

Sin contestar trotó hasta la esquina más próxima. Miró en uno y otro sentido. Ni rastros de los visitantes. Trató de respirar profundamente, y con el mentón hundido en el pecho volvió a la casa.

Juana ya había puesto la pava. Sentado, mientras tomaba el primer mate, casi abatido, don José insistió:

-¿En serio no escuchaste los timbres?¿El tercero tampoco?

Juana lo miró preocupada, antes de negar con la cabeza. El silencio acompañó al resto de los mates. Arrepentido de no haber abierto en primera instancia, don José decidió ducharse.

-Andá, después te llevo la ropa, viejo.

Sacándose la camisa, largamente contempló sus ojos en el espejo.

-Viejo, acá te traigo la ropa interior, un pantalón y una camisa. ¿O querés el trajecito de marinero que tu mamá te ponía cuando eras chico?-dijo Juana atenta al silencio.Detrás de la puerta, sentado sobre el inodoro tapado, don José, dormía muy profundamente.

-Paro cardio respiratorio no traumático, señora. Lo que me extraña, es que este hombre antes del óbito, haya llorado.



2 comentarios:

Ruth dijo...

Tano querido, que relato tan conmovedor, que dicha que llegue uno así al sueño eterno...Me gusto mucho, sutil, sencillo, sin drama...solo esa incertidumbre del ¿qué pasará?

Un beso amigo.

LIA50 dijo...

Me encantó este relato, lleno de misterio, fantasía, y bien escrito.Un besote Lía.